Aunque la tarde ya está algo avanzada, el sol sigue en lo alto. Las nubes que
habían cubierto el cielo desde la mañana han desaparecido. Sus restos flotan en
el horizonte, y parecen cordones deshilachados en el cielo azul.
Sobre el acantilado, la brisa marina es ligera y agradable, pero impide que el
cuerpo llegue a entrar en calor con el sol. El mar ondula ligeramente, como
queriendo dar espectáculo de olas pero sin mucha convicción.
Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar Japón, gracias al Ministerio de
Asuntos Exteriores de Japón (MOFA), a través de la embajada de Japón en España,
y el Centro de Cooperación Internacional de Japón (JICE). Fue en el marco de
MIRAI, un interesante programa de intercambio cultural del gobierno japonés.
Como estudiante de la lengua japonesa, una de las cosas llamativas que uno
observa desde el principio es la cantidad de formas distintas que se usan
para escribir ese idioma.
Para empezar están los caracteres 漢字 (kanji, más o menos literalmente caracter chino),
que se importaron de China durante el primer milenio. Al principio probablemente
se usaban solamente para leer y escribir Chino, la lengua de la cultura en
aquella época. Pero el Japonés no desapareció, y aunque es bastante distinto al
Chino, se aprovecharon los mismos caracteres para escribirlo. Hoy en día algunos
de estos símbolos siguen compartiendo forma, significado, y hasta pronunciación,
pero lo gran mayoría han derivado en uno o todos los aspectos.